Friday, April 24, 2009

LUCANOR


Cuento XIV
Milagro que hizo Santo Domingo cuando predicó en el entierro de un comerciante

Un día el Conde Lucanor le dijo a Patronio que muchos le habían aconsejado que reuniera la mayor cantidad posible de dinero, y que esto le convenía más que invertir en toras cosas. Es por eso que le pide a Patronio que lo ayude.
Patronio le dice que no es necesario reunir todo el dinero que pueda y dejar las otras cosas lado y que si actuaba de ese modo le pasaría lo mismo que a un señor. El Conde le dice que le cuente que le paso al señor y Patronio empieza: había en Bolonia un lombardo que acumuló grandes riquezas sin mirar nunca su procedencia, pues sólo buscaba acrecentarlas día a día. El lombardo enfermó muy gravemente, y uno de sus amigos, cuando lo vio tan próximo a la muerte, le pidió que se confesara con santo Domingo, que a la sazón estaba en Bolonia. El lombardo accedió a confesarse.
El santo vio que era voluntad del Señor que aquel mal hombre sufriese las penas que merecían sus culpas y, por eso, no fue, sino que mandó un fraile para confesarlo. Cuando los hijos del comerciante supieron que se había hecho llamar a santo Domingo, se entristecieron, pensando que el buen santo mandaría a su padre devolver todos sus bienes a cambio de la salvación de su alma, por lo que de esta forma quedarían ellos en la miseria. Así, al llegar el fraile, le dijeron que su padre estaba con sudores y que lo llamarían cuando estuviera un poco mejor. El padre perdió el habla y murió. Cuando lo llevaron a enterrar, pidieron a santo Domingo que predicase en la ceremonia. Así lo hizo y cuando hubo habló sobre el difunto dijo “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.” Le dijo a los hermanos que eso era cierto que buscaran su corazón en donde el fuardaba su dinero, es decir en su arca porque en el cuerpo del fallecido no lo encontrarían.
Al buscar el corazón el santo tenía razón no estaba en el cuerpo si no en su arca lleno de gusanos, apestoso y podrido.
Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio y obró según él y le fue muy bien.
Y la enseñanza es:

Amarás sobre todo el tesoro verdadero,
despreciarás, en fin, el bien perecedero.

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